Probablemente la historia no lo recordará de este modo, probablemente tampoco recordará la larga lucha de la clase media argentina con sus multitudinarias marchas, especialmente en el período 2008/2012 durante la época de oro del Socialismo del Siglo XXI
En 2001, la clase media, entonces sumida en la inexperiencia política, sólo obtuvo con sus espontáneas manifestaciones, una victoria efímera con la renuncia del presidente De La Rúa (2001), siendo que su consigna era mucho más abarcativa bajo el utópico “Que se vayan todos”. Si bien en la caída presidencial intervinieron otros actores que influyeron para neutralizar a la clase media auspiciando la creación de los nuevos referentes del pobrismo, los movimientos sociales (bajo el lema “Piquete, cacerola, la lucha es una sola”); estos hechos son recordados como el “Argentinazo”, una victoria de la clase media.
Desde el resultado de las PASO el pasado agosto, Argentina se encaminó al peor de los escenarios institucionales: un presidente sin votos propios, sometido al favor electoral de su vice, dueña del 35% del padrón; confrontando contra el 41% de los que no los votarían jamás.
Al inicio de la pandemia decretada por la OMS, en marzo, Argentina comenzó a transitar la peor crisis económica y social de su historia.
Ahora, en su crisis política, camina hacia un destino incierto de final abierto.
La clase media, hija o nieta de inmigrantes europeos, de cultura del trabajo, de valores conservadores; sometida por décadas a políticas externas de ingeniería social que le inocularon culpa, corrección política, falsos dogmas de tolerancia e inclusión e indefensión adquirida; parece abandonar hoy la confortable candidez y más aún; el miedo.
Probablemente tampoco lo recordará la historia, pero hay un día que marca un punto de inflexión en este proceso: a pocos días de la dura derrota electoral PASO 2019, el presidente y candidato Mauricio Macri se había sumido en un profundo silencio a mitad de campaña. Fue entonces que el 24 de agosto aquellos que se resistían a perder la República y volver al Socialismo S XXI, se volcaron espontáneamente a las calles a manifestar que aún no se había perdido.
Para pocos habrá sido un apoyo al candidato, para la mayoría fue un grito desesperado de no querer volver al pasado. Para éstos, era lo posible: Macri, aún con sus enormes errores y con la desilusión de una oportunidad perdida. Era Macri o Venezuela. A excepción de Lavagna, histórico funcional al kirchnerismo, esto es algo que ingenuamente o no, no pudieron ver los otros nuevos candidatos.
Desde ese día, el 24 de agosto, la clase media jamás abandonó las calles. Más adelante, tuvo nombre: el 41%. Y tuvo mística. Y mirándose en el espejo del futuro, Venezuela, el miedo a perderlo todo logró que perdiera el miedo.
Iniciado el cuarto gobierno kirchnerista de Alberto Fernández y aún en el estado de orfandad en que la dejó la nueva oposición, la clase media, sin referentes, logró organizarse y movilizarse, haciéndole saber a la clase política que ya no la necesita, que ahora por fin y después de muchos dolores, está caminando sola.
Aquella clase media del “Que se vayan todos”, hoy el 41%, vuelve empoderada y marca la agenda. Así se han sucedido cacerolazos y las manifestaciones de los feriados, las fechas patrias del 20 de junio y 9 de julio. Y próximamente será la del 17 de agosto.
Enfrente, un gobierno desgastado, hundido, intentado revivir el pasado en un presente que no es ni parecido al de los años de la estelaridad de Chavez, Castro o Lula.
Detrás de escena, el peronismo desmarcándose del fracaso, girando hacia la derecha, intentando volver a su difusa doctrina, esa que le permite adaptarse según la ocasión: puede ser kirchnerista, adoptar el Socialismo del SXXI, la agenda de derechos, el ateísmo y el aborto o bien puede admirar a Trump, poner en valor a la familia tradicional, ser cristiano y pro-vida. Para salvar lo que queda, el peronismo siempre acompaña a sus propios hasta la puerta del cementerio.
En estos tiempos, en el final agónico del globalismo en el que el socialismo residual se muere a los gritos; el 41% les perdió el miedo.
Desde aquel 24 de agosto hasta hoy ha pasado casi un año, desde “La Rebelión de los Mansos” al 41%, solos, liberados del virus de la corrección política y guiados por la grieta que separa los valores humanos de los derechos humanos de los delincuentes y la impunidad; la clase media definirá el futuro de la Argentina
@vivianapadelin