El Uruguay es un país que construyó su comunicación histórica, su relato histórico, basado en dos grandes factores: las mentiras y la glorificación de los políticos.
Calles, monumentos, edificios, departamentos, villas, pueblos y ciudades: cualquiera que observe con detenimiento verá esa realidad. Parece ser el nuestro un país casi sin literatos, científicos, educadores ni ningún integrante de cualquier otra disciplina que haya aportado a la grandeza del Uruguay. Militares, siempre y cuando hayan sido políticos y no se llamen Lorenzo Latorre, of course.
Este caso de la Colonia Nicolich transformada en Ciudad Líber Seregni es tan solo un eslabón más de una casi infinita cadena. Seguramente, Don Nicolich, patriarca de la primera familia asentada en la zona, merece mucho más que el fundador del Frente inmortalizar su nombre en el poblado canario. Pero, pobre, no era político. Al traste de la Historia con él, dirían los marxistas que hicieron buen uso de la ingenuidad militante de don Líber.
Pero el Uruguay está lleno de homenajes inmerecidos, y de homenajes muy merecidos pero nunca realizados.
Veamos algunos ejemplos:
1. José Gervasio Artigas, héroe de un país que nunca quiso. No hay ni en su acción militar, ni en sus definiciones políticas una sola mención al Uruguay independiente. Los blancos y los colorados, como no se aceptaban «héroes cruzados» (Rivera, Oribe, Lavalleja) lo metieron a Don José y ahí quedó. Sin molestar a nadie. A nadie, menos a él, que nunca aceptó retornar a estas tierras pues tenía claro que no era el objetivo final de su lucha.
Parece mentira, pero casi 100 años después de ser declarado «héroe neutro», lo rescataron los tupas y los militares. Sublime. Bien a la uruguaya.
2. Manuel Oribe: verdadero héroe uruguayo, al igual que Fructuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja. No tiene ni un departamento con su nombre, ni una ciudad, ni un pueblo ni una villa. Los blancos, bien gracias. Será que el fundador del Partido Nacional, de la Universidad de la República y uno de los presidentes más honorables del país no tiene más méritos que Flores o Seregni?
3. Jorge Pacheco Areco: enfrentó con la Constitución en la mano a la insanía tupamara. Al mismo tiempo, logró la mayor capacidad adquisitiva del salario, algo que hasta el PIT-CNT reconoce. Cuando los tupas tenían secuestrado al instructor policial norteamericano Dan Mitrione, al embajador británico Geoffrey Jackson y al cónsul brasileño Aloisio Dias Gomide, soportó las presiones de los gobiernos de estos tres grandes países para que liberara a los presos tupamaros a cambio de esos diplomáticos. Por toda respuesta, afirmó «Yo no pacto con delincuentes». No se conoce ciudad o pueblo alguno que lleve una calle su nombre…
4. Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini: promocionados «héroes» de la democracia. Prácticamente todas las ciudades del país tienen calles con su nombre, y hasta salas del Palacio Legislativo. Nada tuvo que ver la dictadura uruguaya con sus asesinatos. Fueron muertos por una banda criminal argentina liderada por Aníbal Gordon pues tenían la información que reducían dinero robado por los tupamaros. Hace un tiempo atrás, Javier (hijo de Gutiérrez Ruiz) y Héctor Amodio Pérez reconocieron que era verdad.
5. Pascasio Báez Mena y Raúl Sendic: el humilde peón rural asesinado por los «luchadores por el hombre nuevo» (en lo que es para mí el más vil asesinato político de la historia del país) tiene su nombre inmortalizado en algunas callecitas de su natal Pan de Azúcar, Florida y en Lezica. Nunca fue reconocido oficialm,ente su martirologio ni mucho menos su familia recompensada con aporte económico alguno
Ya el responsable último de su asesinato por ser el líder del MLN hasta tiene un monumento hecho en su honor en la ciudad de Trinidad por el ex intendente blanco de Flores Armando Castaingdebat. Raúl Sendic, claro está. Se dice que cuando recibió la noticia del asesinato de Pascasio, atinó a decir: «no pudieron hacer otra cosa?»
